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Vincent Van Gogh: el genio incomprendido

Vivió entre la miseria y la locura porque las galerías rechazaban sus obras, que ahora valen millones

Vincent van Gogh (1853-1890), nacido en Países Bajos, es uno de los principales exponentes del postimpresionismo. Pintó unos 900 cuadros y realizó más de 1,600 dibujos, pero solo llegó a vender uno. Hoy, sus obras valen millones, pero su historia es un viaje desgarrador de soledad, epilepsia y una pasión que lo consumió. El pintor de pinceladas frenéticas y colores explosivos decidió ser artista a los 27 años, luego de fracasar en su intento de ser pastor evangélico.

Vivió en la miseria, comiendo pan y café, obsesionado con capturar la luz de los campesinos y tejedores. Su hermano Theo, su único sostén, le enviaba dinero mientras Vincent escribía: “Pinto como un hombre poseído, porque quiero dejar algo de valor antes de morir”. Pero las galerías lo rechazaban: “Demasiado in tenso, demasiado… extraño”.

En 1888, Vincent se mudó al sur de Francia. Bajo el sol abrasador pintó girasoles, noches estrella das y campos de trigo ondeantes. Soñaba con crear una comunidad de artistas, pero su invitado, Paul Gauguin, lo abandonó tras una pelea. Esa noche, en un ata que de angustia, Vincent se cortó parte de su oreja izquierda. Se la envió a una prostituta y fue inter nado en un manicomio. Allí, entre crisis, pintó “La noche estrellada”.

En julio de 1890, con 37 años, Vincent se disparó en el pecho en un campo de trigo. Murió dos días después, en brazos de su herma no Theo. En su último año había creado 150 obras maestras, pero escribió: “No puedo evitar que mis cuadros lleven el sello de la melancolía”. Theo murió seis meses después… y ambos fueron enterrados juntos, rodeados de girasoles.

La calidad y el valor de su obra fueron reconocidos solo después de su muerte, en una exposición retrospectiva en 1890. En la actualidad es considerado uno de los grandes maestros de la historia de la pintura.

La vida de Van Gogh es una muestra de cómo la sociedad margina a los diferentes. Él pintó no para ser famoso, sino para «conmover a la gente». Hoy, sus pinceladas caóticas nos recuerdan que la belleza puede nacer del caos, y que de la locura a la genialidad a veces solo hay un paso.

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