Opinión

“Aunque se vista de seda, mona se queda”

Por: Ángel Delgado Silva

Así reza el refrán popular, cuya verdad refleja el nuevo “look” presidencial. Pasar del sombrero campesino, que lloraba con la tenida extravagante –émula de los sátrapas tropicales– al uso del prosaico terno y corbata, denota una sensatez tardía. Claro, forzada por el fracaso del primer atuendo (nunca insinuó gracia ni respeto, mucho menos). Y, más bien, volvió grotesco el ya penoso cúmulo de yerros gubernamentales. La retahíla de disparates, pronunciados por el dueño, se cebaron con su atávico sombrero; convirtiéndolo en una caricatura, objeto de mil burlas.

Mas como el adagio costumbrista relata, los flamantes atavíos no implican giros importantes en el rumbo político del país. En efecto, la “mona se queda” y no caben engaño ni expectativa alguna. La imagen, ciertamente, podrá ser distinta, pero es un espejismo comunicacional. El discurso ante la ONU torciendo la política internacional peruana con agravios innecesarios; la designación de un Ministro de Defensa vinculado a Antauro Humala, que jaqueará a las FF.AA; el viaje subrepticio en el avión presidencial del sobrino prófugo, que inaugura otro ciclo de escándalos e investigaciones fiscales; demuestran que salvo la apariencia, todo lo demás sigue igual.

Pero la visión sobre los alcances políticos del estilo presidencial mutado, sería apenas el inicio. No basta con “descubrir el truco”, con revelar la maniobra, con evidenciar la naturaleza falaz de esta epidermis. Y denunciarla como un disimular lo que viene ocurriendo. Resulta imprescindible que la renovada imagen que Palacio intenta proyectar, no cale entre la población, acumulando fuerzas a su favor hasta salir del aislamiento donde se encontraba. Este y no otro, será el reto político fundamental de la oposición democrática, en el tiempo por venir.

Hay que advertir que tras un año de dura pugna política, los contingentes enfrentados no han podido resolver el conflicto en su provecho. El Gobierno ha fracasado rotundamente en la ejecución de sus planes antidemocráticos, pero el Congreso tampoco ha salido airoso en su afán de vacar al presidente. Asistimos a un empate político; pero no neutro, sino de consecuencias catastróficas. El país sufre lo indecible por el desgarro institucional y la debacle de la vida cotidiana. Esta impotencia mutua explica el rechazo masivo contra toda autoridad y el “que se vayan todos”.

Verificado esto, los rivales luchan por ganar la iniciativa política. Mientras el Congreso se estanca recomponiendo su mesa directiva, el Ejecutivo pareciera salir de su letargo. Simbólicamente la corbata expresa dicha voluntad. Y con un discurso oficialista de victimización que, en simultáneo, ataca y llama a la concordia; más su aproximación a sectores sociales específicos, incluido el personal del Ejercito, el régimen castillista estaría avanzando en dicho propósito.

(*) Constitucionalista

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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