Los falsos derechos humanos
La Declaración Universal de Derechos Humanos se aprobó por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 en París, Francia. Es considerada la base fundamental sobre la que se construye toda la estructura de protección de los derechos humanos a nivel internacional y establece los derechos y libertades fundamentales que todos los seres humanos deben disfrutar, sin distinción alguna.
Su importancia radica en su papel en la protección y promoción de la dignidad, la igualdad y la libertad de todas las personas, sin distinción. Los derechos humanos son inherentes a todos los seres humanos. Al menos esa es la teoría. Sin embargo, en la práctica eso no es necesariamente así.
Lamentablemente, a través de los años posturas ideológicas han ido tergiversando el sentido de los derechos humanos. Han surgido teóricos que han pretendido “crear” nuevos derechos sobre la base de la negación de derechos universales para supuestamente proteger a ciertas minorías.
Si bien es cierto que los Derechos Humanos, como todo aquello que está vinculado al mundo jurídico, constitucional o de los derechos de las personas, van persiguiendo la realidad para regularla, no es admisible desde ningún punto de vista se pretenda imponer derechos de minorías por encima de los derechos universales. Cada vez es más frecuente que haya quienes pretendan añadir “derechos” apócrifos, que en definitiva no son ni derechos ni humanos, sino el sostén necesario para posturas como por ejemplo la ideología de género, o el feminismo.
El progresismo que ha infiltrado pacientemente aparatos legislativos internacionales, organismos multinacionales, así como medios de comunicación, trabaja arduamente para que estos falsos derechos queden consagrados en las leyes y se sancione, incluso con cárcel, a quien ose disentir.
Grandes fuentes de financiamiento de oenegés comprometidas con esta causa están también detrás de esta auténtica demolición de los derechos humanos. Hay que establecer con absoluta claridad que esta corriente de lo que podríamos llamar de los nuevos derechos humanos surgidos de la estrategia progresista, implica la destrucción de lo que de bueno hay en el verdadero concepto de derechos humanos.
Se trata de posiciones falsas y demagógicas que en la práctica violan y atentan contra auténticos Derechos Humanos, por ejemplo cuando se nos quiere vender la idea del aborto como un derecho de las mujeres, se está dejando de lado el derecho a la vida; cuando se quiere imponer posiciones laicistas o se pretende impedir que los padres elijan la educación de sus hijos, obligándolos a que acepten una educación sexual pervertida, se atenta contra el derecho de conciencia; la patria potestad y la libertad religiosa; cuando una falsa moralina sanciona cualquier expresión de disenso del pensamiento único se destruye la libertad de expresión.
Esa es la realidad que enfrentamos y la base sobre la que debemos dar sin tregua la batalla cultural.
Que el progresismo mendaz y homicida no nos quite ni la libertad, ni la familia, ni el derecho fundamental a la vida.
(*) Analista político
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