Opinión

En busca de una solución (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Si algo se puede hacer para resolver la crisis, es tomar ya las medidas que correspondan. Esperar que las protestas se calmen solas, por desgaste o un rapto de reflexión de la parte beligerante, sería solo dejar que crezca el problema y aumenten las consecuencias. La presidenta Dina Boluarte ha dado un paso importante. En su mensaje a la nación dejó las cosas en claro, pero sin mostrar soberbia ni doblar las rodillas. Pedir perdón no es humillarse, más bien es un gesto de hidalguía. No puede renunciar, tampoco liberar a Pedro Castillo, lo dijo con claridad. Ahora falta el argumento, la cuestión legal explicada en lenguaje claro y sencillo, para que lo entiendan todos.

Es necesario insistir en las consecuencias lamentables de una eventual renuncia de la presidenta de la República. En que, si se va ella, el que tendría que asumir el gobierno sería el presidente del Congreso, José Williams Zapata (de Avanza País, el partido que postuló a la presidencia a Hernando de Soto), quien oficiaría de inquilino de Palacio de Gobierno hasta el 28 de julio. ¿Saben, quienes exigen la renuncia de Dina Boluarte, que eso sucedería irremediablemente porque es lo que correspondería, según la ley? Si no lo hace Williams Zapata, quien tendría que asumir la jefatura del Estado sería la vicepresidenta del Congreso, Martha Moyano, de Fuerza Popular, el partido de Keiko Fujimori. ¿Quieren a una congresista fujimorista como presidenta de la República hasta que asuma quien salga elegido? Esta hipotética situación debe ser explicada sin dejar de detallar el caos, el desgobierno y la anarquía que habría en el país si la presión popular obliga a Dina Boluarte a renunciar.

Cuando empezaron las protestas, la principal demanda era el cierre del Congreso. Sin embargo, la campaña de la oposición contra Dina Boluarte y las muertes por las marchas violentas y la represión policial hicieron que luego empezaran a exigir primero la renuncia de la presidenta. Explicar que esta salida sería una insensatez y tremendamente contraproducente es indispensable para calmar las aguas.

Ahora la segunda exigencia es el cierre del Congreso, otro imposible. Un despropósito que obligaría a los ciudadanos a elegir con prontitud al equipo suplente de los actuales congresistas, algo que no creemos que tampoco quieran los manifestantes. Estos detalles pueden ser dados por el premier, con la claridad y la elocuencia que está mostrando. Pero, repetimos, sin un ápice de soberbia. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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