Opinión

La democracia de consensos

Muchas personas de derecha —especialmente extrema— creen que el hecho de presentarse en una declaración pública junto al lado de congresistas de izquierda, en rechazo a una decisión de la Mesa Directiva cuyos mecanismos no considera los correctos, convierte al almirante Jorge Montoya en medio “caviar”, “zurdo” o “rojo”. Lo mismo pasaría —especialmente en la izquierda radical— si algún progre apareciera, como un “lunar”, junto a un grupo de conservadores o liberales. ¿Es conveniente para la democracia este tipo de posiciones?

“¡Esto es increíble, almirante! ¿Qué está pasando? ¿Parado con la extrema izquierda?”, le espetaron a Montoya en las redes sociales, donde fue duramente cuestionado. Por eso salió a aclarar que no estaba claudicando a su posición política e ideológica ya conocida. Montoya respondió de esta manera: “(…) Lo que nos unió en ese momento fue la falta de ética en la conducción de la Mesa Directiva, liderada por el vicepresidente Arturo Alegría, durante la votación de una reforma tan crucial y necesaria como la del sistema pensionario”. El parlamentario ni siquiera cuestionaba el proyecto, que para muchos es un “salvavidas” de las AFP y no beneficia a los pensionistas, sino el mecanismo irregular utilizado para forzar la aprobación de un proyecto de ley.

Algo similar ocurre en los debates. La beligerancia alcance mayores niveles de ebullición si se está frente a la parte antagónica; esto es, entre derecha e izquierda, o viceversa. Sin embargo, por lo general pareciera que el objetivo de un debate es demostrar, con obsesión, encono y fervor, que el opositor, sea de derecha o izquierda, está equivocado. Aun cuando por ahí puedan asomar indicios de que tiene razón en una parte o el todo.

Esta rivalidad, que no exclusiva de la política peruana, ha llevado a los estudiosos de la teoría política a investigar y también debatir si el carácter de la democracia es el conflicto o el consenso. La filósofa francesa Chantal Mouffe plantea un “consenso conflictivo”, que supone un acuerdo consensuado después de un debate, por álgido que este haya sido. Por eso propugna el agonismo, una teoría política que enfatiza los aspectos potencialmente positivos de ciertas (pero no todas) formas de conflicto político.

¿Es positiva una democracia de consensos? La polémica continúa, pero, definitivamente, la rivalidad lleva muchas veces a tomar decisiones movidas por la subjetividad de la emoción, un elemento que por lo general conduce al error y, por lo tanto, no es nada bueno para la democracia. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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