Hasta dónde llega el libre albedrío

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En las redes circula un video de una mujer que dice que su hijo se identifica como gato, pero que un veterinario se negó a atenderlo porque su anatomía es humana y no animal, lo cual ella considera un acto de discriminación y, por lo tanto, injusto. Esta dama afirma que los veterinarios deberían atender a las personas que se creen gatos o cualquier otro animal. El excongresista Mauricio Mulder observa el video y comenta con asombro que “la profusa proliferación de todo tipo de drogas ha estupidizado a gran parte de las nuevas generaciones en Estados Unidos”.

Ocurre que estas ideas no sólo estarían calando hondo en los cerebros de consumidores de drogas, sino también de personas que no se fuman ni un cigarro y pueden ser hasta vegetarianas. Hay una tendencia en un sector de las nuevas generaciones a rebelarse contra todos los hábitos, costumbres, tradiciones, etc., de sus antepasados, al considerarlos anticuados, desfasados, monótonos y obsoletos. Y en ese trajín aparecen, por ejemplo, personas que quieren romper los esquemas y se creen animales, se casan con las muñecas o los árboles y así por el estilo. Pero es, sobre todo, un problema de salud mental.

En el caso de la mujer cuyo hijo se cree gato, al margen de lo gracioso que pueda parecer, demuestra a qué extremos se está llegando con la tendencia a usar todas las letras del abecedario para “incluir” cada nueva diversidad opcional que aparezca por ahí. Ahora hasta ponen un signo más al final, como señal de que el acrónimo irá creciendo con la aparición de más diversidades o géneros.

El asunto es que muchas veces, como en el caso del sujeto que se cree gato, se trata de trastornos psicológicos que requieren tratamiento especializado. Se le denomina zoantropía, enfermedad que hace que una persona se sienta como un animal y se comporte como tal. Por ahí ya lo están denominando transespecie para darle una connotación que vaya más allá de la salud mental y se circunscriba en lo que llamarían opción, preferencia o simple gusto.

Debemos respetar el libre albedrío, el derecho de toda persona, si así le parece, a identificarse con un género diferente al fisiológico, con el argumento de que las categorías sexuales hombre y mujer no son, según su criterio, lo mismo que masculino y femenino. Sin embargo, en eso de creerse un animal o una cosa ya se están pasando de la raya. De ninguna manera, por ejemplo, se requieren cambiar las leyes para que un veterinario atienda a un ser humano que se cree perro, ladra, se rasca como si tuviera pulgas y come Ricocan. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba