Consejos para combatir el desperdicio de agua institucional

Perú enfrenta un reto grande para mitigar la crisis hídrica. A la fecha el país está en el puesto 66 del ranking de estrés hídrico de la ONU, y para 2040 podría estar enfrentando un grave panorama de escasez de agua dulce. Incluso, dentro de cinco años, es posible que el 58% de la población viva en zonas con poco acceso hídrico.
Aunque la conciencia ambiental y el uso responsable de parte de los peruanos es un tema clave para enfrentar esta crisis, el desperdicio institucional del agua potable es otra realidad que no se puede obviar: fugas invisibles, infraestructuras obsoletas y malas prácticas de consumo son baches que sortear, planteando un gran desafío: repensar las ciudades desde su base para hacerlas más inteligentes, sostenibles y resilientes ante el cambio climático.
Para Daniel Jato Espino, investigador y docente de la Maestría en Ciudades Inteligentes y Sostenibles de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), perteneciente a la red internacional de educación superior Planeta Formación y Universidades, el contexto actual obliga a que las nuevas infraestructuras se diseñen bajo criterios de eficiencia, resiliencia y circularidad, integrando desde su origen soluciones como sistemas de captación de agua pluvial, reutilización de aguas grises, paisajismo funcional y tecnologías de bajo consumo.
El agua como variable estructural de la ciudad
La crisis hídrica no solo impone restricciones al consumo: transforma por completo la forma en que se conciben las ciudades. De acuerdo con Daniel Jato Espino, el agua ha dejado de ser un recurso disponible por defecto y se ha convertido en una variable estructural que condiciona la viabilidad de cualquier intervención urbana sostenible.
«La planificación urbana debe tener en cuenta la vulnerabilidad hídrica de los territorios, promoviendo modelos de ocupación del suelo que respeten los ciclos naturales del agua, como el drenaje urbano sostenible», señala el experto de VIU.
Esta perspectiva implica también un cambio en las metodologías de evaluación de proyectos, incorporando herramientas como el análisis de ciclo de vida o la evaluación multicriterio, que permiten anticipar impactos y tomar decisiones más responsables.
Políticas públicas con enfoque integral
La transformación hídrica de las ciudades no es posible sin el respaldo de políticas públicas sólidas que combinen regulación, incentivos y educación ciudadana. Según el experto de VIU, una de las prioridades debe ser establecer marcos normativos claros y exigentes que obliguen a incorporar sistemas de eficiencia hídrica en nuevas construcciones y rehabilitaciones. Esto incluye dispositivos de bajo consumo, redes separativas y sistemas de reutilización.
Se requieren también incentivos económicos —como subvenciones o exenciones fiscales— que estimulen tanto a instituciones como a ciudadanos a adoptar prácticas de ahorro y reaprovechamiento del agua. Además, es clave que existan mecanismos de gobernanza participativa, donde distintos actores –administraciones, empresas, academia y ciudadanía– colaboren en la planificación y evaluación de las políticas hídricas.
Innovación tecnológica para detectar, prevenir y reaprovechar
Las smart cities están encontrando en la tecnología un aliado crucial para mejorar la gestión del agua. Entre las estrategias más efectivas se encuentra la instalación de sensores IoT (Internet of Things) que permiten monitorear en tiempo real las redes de abastecimiento y detectar fugas de forma temprana, evitando así pérdidas significativas.
Por otra parte, los llamados gemelos digitales –modelos virtuales de infraestructuras hídricas– están siendo utilizados para anticipar fallos y optimizar los planes de mantenimiento. La reutilización de aguas grises y pluviales, por su parte, se convierte en una práctica clave para disminuir la presión sobre las fuentes convencionales, permitiendo que el agua no potable se use para riego, limpieza o procesos industriales.
«Muchas ciudades están integrando plataformas de gestión apoyadas en inteligencia artificial, que consolidan datos de múltiples fuentes (sensores, predicciones meteorológicas y patrones de consumo) para tomar decisiones más informadas y sostenibles», detalla el experto. «Estas innovaciones, además de mejorar la eficiencia operativa, fortalecen la resiliencia urbana frente a la crisis hídrica y fomentan una cultura de uso responsable del agua».