
No podemos dejar de comentar lo que representó para el voleibol peruano la derrota de nuestra selección mayor frente a su similar de Chile. Una derrota inédita, dolorosa y desesperante a manos de un rival que superó a las nuestras en todo sentido, sobre todo el anímico. Un Perú pálido, cabizbajo, desdibujado. Un equipo sin alma, sin ganas de ganar, sin norte.
Con Paco Hervás poco se avanzó en materia de nuevos descubrimientos (por ahí Mapi Rodríguez, Ysabela Sánchez y alguna más) y casi nada en estilo de juego, en estrategia, en planteamientos. Una selección timorata y poco confiable. No sé si con otro entrenador la situación hubiera sido la misma, pues el lamentable desempeño del voleibol peruano tiene varias aristas que incluyen a dirigentes, clubes, prensa y empresa privada. Hervás no es único culpable de este quinto lugar en Sudamérica. Para empezar, el propio estado peruano a través del Instituto Peruano del Deporte (IPD) no tiene una política de apoyo al voleibol nacional. Según el presidente de la Federación Peruana de Voleibol (FPV), el recorte de ingresos por parte del IPD supera el 60 por ciento respecto a otros años. En buena cuenta ello representa atletas mal pagadas, poca atracción para entrenadores de élite, menos giras, menos partidos de preparación, menos todo.
Como ya lo hemos escrito hasta el cansancio, al no haber logros a nivel selección, la empresa privada ve poco importante invertir en voleibol, no le es atractivo pues el retorno en materia publicitaria es bastante modesto, por decir lo menos. Ninguna empresa arriesga su inversión a sabiendas que no hay triunfos. Es decir, un círculo vicioso que será muy complicado superar.
A esta situación habría que añadir casos de corrupción en la dirigencia, modelos de competencia desfasados, una liga nacional maltratada y otras perlas más que nos ponen, precisamente, en ese quinto lugar en Sudamérica que es muy difícil de digerir.
¿Hay esperanza que todo esto mejore? Sí, como todo en la vida. Para empezar, la elección del presidente de la FPV no debería caer en manos de las ligas nacionales. No señor. La elección del presidente y su directorio debería ser a través de un voto colegiado, donde se destierren para siempre el pisco y la butifarra. En esa elección deberían intervenir los clubes, los representantes de los entrenadores, de los árbitros y de las propias jugadoras.
Sólo de esta manera tendremos un directorio de consenso, de ancha base, donde todos quienes tengan que ver con el vóley participen de manera activa. Un directorio que convoque a los mejores gestores deportivos, planificadores, marketeros, talentos deportivos. Tal vez sólo de esta manera el voleibol peruano logre renacer de sus cenizas. ¿Imposible? No lo creo. Trabajemos para ello.
(*) Periodista y dirigente deportivo
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