El hombre que se comió al lobo (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Cuando Salvador Sánchez Cerén juró como presidente en junio del 2014, prometió combatir a los Maras Salvatrucha, pero en cinco años no hizo casi nada. Nayib Bukele asumió el poder en el 2019, anunció un plan de lucha contra la delincuencia con tres ejes centrales: Atacar las finanzas de las pandillas, recuperar los centros de las grandes ciudades y cortar la comunicación en las cárceles.

Cortar el financiamiento de las bandas criminales fue clave, pues estas organizaciones amasaban grandes fortunas producto de sus crímenes y con ese dinero iban creciendo y planificando mejor sus golpes. Incluso había bandas que obligaban a mujeres que se casen con millonarios para luego asesinarlos y después, a través de las viudas, quedarse con la herencia. Imagínense si en el Perú se hiciera algo así con los narcoterroristas del Vraen, que —se sabe— tienen propiedades a través de familiares y otras personas. O si se les siguiera la pista, para capturarlos, a los prestamistas mafiosos de la modalidad del “gota a gota”, que mandan pegar sus avisos (“préstamos solo con DNI”) en los postes y asesinan a sus clientes si no pagan sus deudas.

Otra medida importante de Bukele fue hacer que los reclusos destruyan a combazos las lujosas tumbas de los delincuentes muertos, a quienes sus amigos y familiares les rendían pleitesía como si se tratase de héroes o santos. En el Perú solo se demolió el mausoleo senderista que había en Comas y está bien, pues los terroristas son asesinos y no deben ser adorados públicamente. Pero, ¿y los delincuentes comunes?

Los Maras Salvatrucha, también conocidos como MS, Mara y MS-13, son una mega banda dedicada al narcotráfico, robo, extorsión, trata de personas, inmigración ilegal, blanqueo de dinero, asesinato, proxenetismo, crimen, asalto, secuestro y tráfico de armas. Hasta antes del gobierno de Bukele, se calculaba que eran alrededor de 300 mil maras en todo Centroamérica, pero la mayoría en El Salvador.

En sus primeros tres años, el gobierno salvadoreño ya había capturado a 60,000 delincuentes, entre ellos de los maras y también miembros de sus aliados y rivales, como Barrio 18. Faltaban cárceles y Bukele mandó a construir una para otros 60 mil, donde hace unos días ya internó a 2,000. Todos son delincuentes rankeados y con el cuerpo lleno de tatuajes alusivos a sus crímenes, pero las organizaciones de derechos humanos y presidentes como Gustavo Petro (Colombia) y Luis Arce (Bolivia) lo están criticando a Bukele por “abusivo”. Sacan cara por el lobo y no por las ovejas. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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