Opinión

Palomino en la guerra

Por: Ántero Flores-Aráoz Esparza

El mundo está de cabeza. Por donde se mire, existen conflictos: bélicos, de comercio exterior y aranceles, de cambios monetarios, de facilidades de inversión, de seguridad interna y fronteriza, entre otras múltiples motivaciones.

Algunos de estos conflictos están declarados y en plena operación militar, mientras que otros permanecen soterrados, en una especie de guerra fría. Entre los conflictos con acciones bélicas se encuentra el de Israel con los ocupantes de la Franja de Gaza, sin solución a la vista mientras Palestina siga siendo un archipiélago dentro del territorio israelí.

También está el conflicto entre Rusia y Ucrania, originado por el intento de esta última de incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo que en la práctica significaba la voluntad ucraniana de eliminar la frontera con la Federación Rusa e ingresar a un territorio que antes compartían como parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El conflicto más complejo en términos bélicos es el de Israel con Irán, una disputa de larga data. Los gobernantes del Estado teocrático iraní han amenazado durante años con ataques nucleares. Estados Unidos intervino en apoyo a Israel y, mediante bombarderos furtivos, destruyó instalaciones nucleares en tres localidades estratégicas, causando daños significativos.

Entre los conflictos “fríos” destaca el de las dos Coreas, que impide su lógica unificación bajo el liderazgo del Sur, país que ha convertido a Corea del Sur en una potencia mundial. También persiste el deseo de la República Popular China de anexar la isla de Formosa, hoy conocida como Taiwán o Taipéi. Existen otros conflictos, aunque por fortuna sin acciones beligerantes.

Lo preocupante es la evidente ineficacia de las Naciones Unidas para resolver estos conflictos, o al menos intentarlo. El Consejo de Seguridad de la ONU parece, como dice la canción, “tan solo palabras”, y no se vislumbra un cambio cercano.

El Papa León XIV hace constantes llamados a la paz, lamentablemente aún sin éxito. Otros estadistas de distintas latitudes se suman a estos llamados. Algo es algo. Se anuncian armisticios temporales, ceses al fuego, intercambios de prisioneros, ayuda humanitaria y otras medidas similares que, ojalá, traigan algo de tranquilidad y generen el clima propicio para negociaciones de paz. Irán parece estar aislado, situación que se agravó tras el triunfo de la revolución islámica de 1979. Incluso sus aliados en este hemisferio y en Europa lo observan con recelo. A esto se suma la imprevisibilidad del expresidente estadounidense Donald Trump.

Los demás países debemos mantenernos atentos a los acontecimientos y recordar que “la confianza mató a Palomino”. Por más operaciones destructivas que se realicen en Irán, debemos tener presente que su accionar bélico no siempre se manifiesta en ataques masivos. Basta recordar el atentado a una sinagoga en Argentina o la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York, tragedias que aún se lloran por la pérdida de innumerables vidas.

El fanatismo musulmán —no de toda su feligresía, por supuesto— puede actuar donde menos se espera. No está de más recordar sus vínculos con Bolivia y la existencia de mezquitas en el sur del Perú.

(*) Expresidente del Consejo de Ministros.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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