
El Perú, es un país donde los espasmos electorales son parte de la historia nacional. A veces nos dejan en shock, a veces con traumas psicológicos nacionales. Pero esos hipos, son parte de la tradición electoral de los últimos lustros. Lo que no queremos es que esa patología involuntaria de la política nacional se transforme en una enfermedad crónica que destruya la frágil salud republicana. ¿Tan difícil nos resulta cada cinco años votar por un presidente con nivel, cierto criterio y que no sea un ladrón?
La crisis moral y política nacional se proyecta con candidatos sin liderazgo y de intelectualidad sumamente cuestionables que perfilan la deshonra y la improvisación más lacerante, apenas llegan al poder. Un patético ejemplo fue la elección de Pedro Castillo. Un analfabeto y un subproducto del lumpen peruano que nos dejó en terrible vergüenza internacional y que llegó a instancias insospechadas, debido a la permisividad de los organismos electorales. Si se le hubiera hecho una prueba de coeficiente intelectual, un cuy le hubiera ganado ampliamente.
Pero, al elevar a este sujeto a la presidencia, mi hipótesis es que estos novatos, sin plan ni estrategia definida, solo querían destruir y petardear la democracia peruana para convertir al Perú en un paraíso socialista tipo Cuba usando y manipulando a un mequetrefe que ni siquiera podía hilvanar dos frases inteligentes. Casi lo logran.
Y la democracia boba peruana, a pesar de ello, no logra discernir ni hacer nada al respecto. López Chau, Alanoca, Verónica Mendoza en realidad son los folclóricos herederos de Chávez y Fidel, auténticos destructores de naciones. Y eso es fácil de detectar.
Adicionalmente, insurgen los vientres de alquiler o agencias de empleos sin ideología, que infiltran precarios y aventureros en las listas parlamentarias con una capacidad del negociado político y económico de temer. Para una democracia real, estos problemas revelan un presumible colapso del sistema y un peligroso tránsito a la anarquía como estado nación. Frente a esa aberración, los partidos verdaderamente demócratas deben llevar figuras sobresalientes para diputados y senadores que hagan frente a los intentos destructores del comunismo internacional.
Y eso debemos consolidarlo con un voto consciente y responsable exigiendo a los partidos políticos los mejores cuadros para la representación bicameral nacional.
(*) Analista político
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