Tiene 102 años y su vida es ejemplo de lucha constante
Doña Cristina de los Ríos ha sobrevivido a terremotos, la Segunda Guerra Mundial, golpes de Estado y la pandemia

Por: Gerardo Porras
Tiene 102 años, como consta en su partida de nacimiento. Doña Cristina de los Ríos Gonzáles ha sobrevivido a cuatro grandes terremotos, la Segunda Guerra Mundial, seis golpes de Estado en el Perú y una pandemia. De niña visitaba con su bisabuelo, quien fue cinco veces alcalde de Casma, al presidente Augusto B. Leguía en Palacio de Gobierno. Y de joven luchó para que esa localidad de la costa de Áncash recupere la categoría de provincia que le habían arrebatado.
Su mente hilvana recuerdos que ella relata con su voz clara y tierna en su casa de Pueblo Libre. Llegó al mundo el 2 de noviembre de 1922, en la provincia de Yungay, departamento de Áncash. A los ocho meses de nacida falleció su madre, Clorinda Gonzáles Lomparte.
EL “ABUELITO” LEGUÍA
Al quedar huérfana de madre, fue llevada a Chucuito, Callao, donde vivió con su abuela paterna. Una nodriza se encargó de darle de lactar. La abuela falleció cuando ella tenía 5 años, por lo que pasó a vivir con su bisabuelo Mariano Lomparte Obregón y sus tíos. Don Mariano era amigo de Augusto B. Leguía, quien había iniciado su famoso oncenio en 1919. Leguía tenía una hija de la edad de la niña Cristina y ambas se hicieron amigas y jugaban en los pasillos de Palacio de Gobierno. El presidente encargaba que les trajeran muñecas de París a ambas. El bisabuelo Mariano falleció cuando Cristina tenía 8 años, por lo que ella empezó a vivir con sus tíos.
Estudió en la modalidad de internamiento en los colegios religiosos de Villa María, de las Madres Dominicas de Huacho, De Jesús y San José de Cluny. En vacaciones viajaba a Casma, donde veraneaba en Puerto Pobre, distrito de comandante Noel, o visitaba la hacienda de la familia en Tucushuanca, Buenavista. Viajó mucho con su padre, Miguel de los Ríos Alfaro, contador público, periodista, literato y tres veces alcalde de Casma. Recuerda con mucha emoción sus viajes en barcos a vapor hacia Arequipa y Piura, cuando su papá era gobernador del norte por el Rotary Club Internacional.
LUCHA POR CASMA
Se dedicó a la docencia. De casada vivió en Pueblo Libre hasta 1965, para luego llegar a Casma, donde radicó hasta 1980, año en que salió su traslado del magisterio a Lima. En 1955, año en que las mujeres consiguieron el derecho al voto, el gobierno de Manuel Odría dividió las provincias del Santa, con su capital Chimbote, y Huarmey, con su capital Casma. Se había dejado de lado a Casma como provincia. Un grupo de valientes damas casmeñas, entre ellas Cristina de los Ríos, llegó al Congreso para exigir que Casma recupere la categoría de provincia, objetivo que lograron.
TERREMOTO DEL 70
Se encontraba en Casma cuando ocurrió el terremoto de 1970. Su casa se había derrumbado y nubes de polvo lo cubrían todo. Su hija había ido a una tienda que estaba al frente y que también había colapsado. La pequeña había sufrido fracturas y Cristina tenía heridas en las rodillas, pero aun así la pudo llevar a los jardines del hospital San Ignacio, donde tuvieron que dormir bajo carpas. Sus otros dos hijos habían sido llevados por su padre a Lima. Cristina y su niña herida fueron evacuadas en ambulancia al Hospital Dos de Mayo de Lima. Estuvieron internadas durante un mes y luego ella tuvo que regresar a Casma por su trabajo.
Cuando volvió al hospital, días después, su pequeña había sido trasladada a otro nosocomio, del cual no le dieron razón. Desesperada, Cristina buscó por todos los hospitales y no la encontraba. Hasta que por fin llegó al Materno Infantil de Barrios Altos, donde su niña estaba confundida entre decenas de huérfanos que esperaban ser adoptados. Doña Cristina siempre fue de buen diente.
Sus platos preferidos son el picante de cuy, el ceviche, la pachamanca, el pepián de pavita y el puré con bisté. Le encantaban los tangos de Gardel y de Libertad Lamarque; también la música criolla, sobre todo las canciones de su primo Javier Gonzáles, primera voz de Los Trovadores del Perú. Ella es consciente de su trascendencia en el tiempo, de sus más de diez décadas, de su camino recorrido. Y sigue firme, orgullosa del privilegio de la longevidad, bendecida por la vida. Sus tres hijos, tres nietos y tres bisnietas completan su felicidad.