Opinión

Las barras de la muerte (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En fenómeno del hooliganismo, que en el Perú y otros países latinoamericanos conocemos como barras bravas, nació en Inglaterra en los años 60. Sin embargo, la historia deportiva registra la suspensión de un partido entre Liverpool y Manchester United en 1912 a causa de la violencia entre barristas. Está claro, pues, que el asunto es de larga data.

Luego de décadas, en el Reino Unido se solucionó el problema de los hooligans. El asesinato de los tres barristas a balazos, la tarde del domingo en la avenida Cuba, nos hace recordar que en el Perú aún persiste. La reciente tragedia en Lima tiene que ver directamente con la rivalidad de las barras bravas de los dos más grandes equipos del Perú, Alianza y la “U”, pese a que el partido fue entre blanquiazules y el ADT de Tarma.

No es solo una rivalidad deportiva, hay una animadversión, un encono que llega al rencor y al odio. Mientras los jugadores e hinchas del Manchester United y el Liverpool ahora se dan la mano al final de cada partido, a los de Alianza y la “U” parece costarles más llegar a ese nivel de civilidad. En las tribunas y en las calles es peor.

En Inglaterra ya se logró. Derrotaron a la violencia en el fútbol luego de un proceso de años y medidas muy duras, las cuales necesitaron de una gran inversión. La tragedia de Hillsborough, en 1989, cuando murieron 97 personas aplastadas contra las vallas del estadio de Sheffield a causa de una avalancha, fue el inicio del fin de los hooligans. El entonces gobierno de Margaret Thatcher les prohibió la entrada a los estadios a los hooligans y sancionaba a toda empresa de transporte (avión, tren o bus) que los aceptara, incluso a aquellos bares que los recibieran.

Ello se complementó con estrictas en sistema judicial, al instaurarse penas de cárcel efectivas para cualquier delito “en el ambiente del fútbol”. Además, se armó un equipo de elite exclusivo en la Policía, que logró infiltrarse en las barras. También se aplicó un sistema de vigilancia dentro de las canchas y seguridad propia de cada club, tarea que ahora se facilitaría con el avance de la tecnología.

La idiosincrasia y la cultura del Perú es diferente a la inglesa. Necesitaríamos también la participación de los padres de familia y las autoridades educativas. Hay una tendencia al descontrol de las emociones que se debe corregir. El odio entre rivales debe acabar. Lograr el objetivo es difícil, pero no imposible. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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