Opinión

El perdón

Por: Gustavo Martínez V.

Esta historia se la escuché a Dante Gebel. Se trata de dos hermanos, uno de ellos es Daniel, su sueño era tener un gimnasio, entonces va al banco el cual acepta financiarlo si conseguía un garante, le pregunta a su hermano quien accede a serlo. Llenan los papeles y envían la solicitud, al poco tiempo Daniel recibe una llamada del banco diciéndole que podía pasar a retirar el cheque, cuando llega al banco el agente de crédito se sorprende y le dice que su hermano ya había recogido el dinero y que pagó la hipoteca de su casa.

Daniel monta en furia, y sale hasta la casa de su hermano para cobrar venganza a punta de golpes, al tocar la puerta sale su hermano con su bebita en brazos y Daniel fue incapaz de golpearlo con la niña enfrente. Sin embargo, le advirtió que si lo volvía a encontrar lo mataría.

Daniel se fue con el corazón herido y devastado y una llama de odio encendida en su interior, él sabía que en cualquier momento se lo encontraría en la calle y unos años después sucedió. La herida era muy profunda aún.

Daniel ve a su hermano y sintió como sus manos se cerraban formando puños y su cara se ponía caliente, su impulso inicial fue tomarlo del cuello y estrangularlo, pero de pronto al levantar la mirada vio su rostro y su enojo se empezó a disipar porque al verlo reconoció la imagen de su padre, vio los ojos de su padre, su mirada, su expresión y al ver a su padre el enemigo volvió a ser su hermano. Cruzó la calle y se detuvo frente a él, lo tomó fuerte y en lugar de golpearlo como lo tenía pensado, lo recibió con dos grandes brazos que lo rodearon y así quedaron en medio de la calle llorando.

La historia viene a colación por el nombre de la columna “El perdón”, pues muchas veces nos cegamos en buscar venganza por lo que nos han hecho, sin embargo, cuánto dolor debemos infringir para saciarnos.

No cuestiono el dolor que puedan sentir las personas, pero cuánto es suficiente pago-dolor para calmar la “venganza” interna de cada uno, quizá hablo porque no he sido parte de una situación como tal, pero si he sido víctima de alguien que habló demás de mí, he prometido cosas que no he cumplido, he fallado a las personas que he querido, pero también he sufrido los disparos de las pistolas verbales y las ráfagas de palabras que después no se han arrepentido o quizá sí en silencio.

También he caído en ese manto negro de amargura, del que habla Gebel, que ha oscurecido mi corazón y mi alma y que incluso asfixió mi felicidad, he pasado por divorcios, decepciones, rupturas que me dejaron un hoyo en el alma.

Sin embargo, he aprendido algo muy importante, uno debe de sanar y darle a tu “enemigo” el mejor regalo que se le puede ofrecer, la libertad y así tú te la darás también. Cuando veas a alguien que te rompió el corazón míralo dos veces antes de disparar, ya que tú algún día también suplicarás perdón.

Recuerda que estamos en una guerra llamada vida en la que no nos alistamos para luchar, pero aquí andamos y cuando esto acabe todos queremos lo mismo, vivir en paz e irnos a casa con el corazón con cicatrices sí, pero sano.

(*) Periodista y sociólogo

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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