Del aplauso a los huevos y botellazos “El Poder como espejismo”
Por: Juan Carlos Liendo O’Connor
Luego de las caricaturizadas celebraciones de fiestas patrias, donde los discursos políticos y los desfiles son remplazados por memes, el protagonismo de los actores en el teatro del poder en el Perú se ve reflejado por las generalizadas muestras de rechazo y agresión pública que escalan a la violencia contra cualquier persona identificada con el poder político. Ya sea presidente regional, alcalde, congresista, ministro o primer mandatario, y más allá de las reales cualidades positivas o negativas de los mismos, de la ideología política o de la posición que ocupen en la arquitectura del poder, se convierten en los sujetos de la ira popular de cualquier sector de la población y en cualquier lugar del país mediante el rechazo y hasta la agresión pública en una vorágine donde todo indica la existencia de un fenómeno político de creciente ilegitimidad del poder en el país.
Nada evidencia más la ilegitimidad de un político que el hecho de que el único aplauso que recibe proviene de los propios guardaespaldas o de una agotada portátil que enmudece ante los gritos enardecidos de la población.
Y esta circunstancia nos lleva a un peligroso y crítico escenario donde cualquier aparición pública ya sea oficial o personal de cualquier político, o de cualquier persona relacionada con la política o que simplemente pueda ser identificada o confundida como política, será víctima inmediata del escarnio y la agresión pública de la multitud.
La violencia contra los políticos es un claro síntoma alarmante de la desconfianza, desencanto y voluntad de castigo de la población ante la incompetencia, ineficiencia y corrupción con la que se identifica a los tres poderes del Estado, muestra de una frustración ante hechos concretos de desgobierno y autoridad acumulada y alimentada por los medios de comunicación, con razón o sin razón, de promesas incumplidas, denuncias por corrupción, impunidad ante la justica y gestión pública desastrosa durante muchos años.
En este sentido, el clamor popular subyacente exige un cambio hacia un renovado y verdadero liderazgo político que se expresa bajo la ilusión disfrazada de populismo autoritario y antisistema que los mismos políticos corruptos incentivan para ocultar su mediocridad condenando al pueblo a elegir siempre por “el mal menor” ya que sólo estas circunstancias le permiten sobrevivir a costa de la deslegitimación permanente del poder y del principio de autoridad.
Si la multitud en lugar de aplaudirte te lanza huevos o botellazos, te insulta y exige que te vayas de cualquier lugar, el sentido común indica que tal vez tu poder sea sólo un espejismo y que los huevos y botellazos que recibes no son aplausos.
(*) Exdirector Nacional de Inteligencia (DINI).
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