Opinión

Culpable o inocente, el gran dilema (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Hay varios tipos de corrupción. Son delitos de corrupción el cohecho, la colusión, el peculado, el tráfico de influencias, la malversación de fondos, etc. En los últimos años se han añadido a la larga lista también los de organización criminal y crimen organizado. Por lo menos tres de estos delitos se incluyen en las seis carpetas fiscales abiertas al presidente Pedro Castillo. Indicios de delito sobran, pero la prisa, la mediatización, la sincronización y la espectacularidad que rodea a la investigación es inusitada, algo que nunca antes se ha visto, pese a que motivos hubo.

El caso Odebrecht lo demuestra; congresistas de los partidos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, en su momento, se hicieron de la vista gorda ante los destapes de la comisión que presidió Juan Pari, quien tuvo que firmar solo su informe.

Ahora sí, con Castillo en el Gobierno, la gran mayoría de congresistas se indignan y cumplen su rol fiscalizador. No está mal. Está muy bien. Solo se pide objetividad, imparcialidad y justicia.

Decíamos que Castillo está acorralado por todos los poderes del Estado, a excepción del Ejecutivo, claro está. El Ministerio Público ha puesto la pelota en la cancha del Congreso de la República y la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales que tiene un plazo que se vence a fin de mes para evaluar y calificar la denuncia contra el presidente.

Por otro flanco está la prensa. Sin su investigación y difusión de los hechos vinculados a la presunta organización criminal, a estas alturas los supuestos responsables estuvieran pasando piola, muy orondos y sin preocupaciones. Si bien hay un encono contra este gobierno, que no se vio durante regímenes anteriores, en medio de ese barullo la prensa, con consigna vacadora o no, está haciendo grandes destapes.

Ahí está la denuncia sobre el dueño de la casa de Sarratea, más conocido ahora como “Lázaro” porque fue dado por muerto por el Reniec el mismo día que el Poder Judicial ordenaba su detención preliminar.

Y “resucitó” al tercer día en el mismo sistema del Reniec. Cuando alguien ha cometido una falta o un delito que ya todos conocen, es preferible que no intente borrar las huellas, pues puede embarrarse aún más y quedar, además de culpable, como un cínico y sinvergüenza.

La prensa que no responde a ninguna consigna de los grupos de poder tiene la gran responsabilidad de estar atenta y actuar desde una posición imparcial y pluralista. Con la verdad por delante ante todo. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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